ERA PREVISIBLE...

Entraron atraídos por una «máquina de la risa» que había en clase. Primero, Paula y Hugo. Este recordó de pronto a aquel «pato» que, según él, sacaba chuches de la boca... A decir verdad, era un pelícano. Así que entre la citada máquina y yo, volvimos a preparar el juego... Y sí que funcionó de nuevo. Se fueron con una hamburguesa de gominola de vuelta a su clase, después de haber tenido la valentía de abrir la boca del ave... Amalia -sí, la máquina risueña-, advirtió entonces lo que iba a pasar a continuación: «En cuanto se lo digan a los demás, vienen todos a por algo». Tenía razón, claro. Y todos se atrevieron a hurgar en el interior del buche del pelícano... No tengo fotos del hecho, porque es un poco difícil sacarlas con las manos ocupadas en dirigir a tan amigable animalito. Pero bueno, en cuanto lo solté, pude sacar alguna. Ahí siguieron un buen rato...



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